Un hinchazón gerencial

Un hinchazón gerencial

 

Gil Caroz*

En el desbarajuste actual de las democracias en Europa, Bélgica nos presenta una mueca singular del amo por venir. El nacionalismo identitario y la reivindicación separatista de la N-VA [1] flamenca, que se encuentra actualmente en el gobierno federal, se han silenciado. Esto se ha obtenido por el arte de la negociación, típicamente belga, del Primer ministro Charles Michel, miembro del Movimiento Reformador (MR) [2], partido liberal de la parte francófona de Bélgica. Pero se trata de un equilibrio muy frágil ya que es a coste de la aplicación integral de su programa político, económico, social y ético que la N-VA concede, de momento, « jugar el juego » de la coalición gubernamental. Consecuencia: este compromiso se paga con un hinchazón de la ideología neoliberal deseada tanto por la N-VA como por sus aliados liberales y aplicada actualmente de una forma extrema. En el terreno, esto se traduce por un neo-higienismo gerencial que va de la mano de una sumisión exponencial a los avances de la tecnología. Y esto se resiente en las reformas implantadas por el Ministerio belga de la Salud, especialmente en el campo de la salud mental.
Los psicoanalistas se encuentran a parte, fuera de la “Ley sobre las profesiones de los cuidados en salud mental” votada, en su última versión, en junio del 2016. Pero los jóvenes profesionales que no hacen parte de una Escuela y que quieren orientarse por el psicoanálisis se enfrentan con grandes dificultades: no podrán ejercer su profesión de forma legal sin pasar por unas trayectorias de formación subordinadas a la EBM o a la EBP  [3], nombres de un cientificismo que, en el campo psi, solo tratan de disimular la pulsión de muerte gerencial. Además, el enfoque que consiste en someter a los profesionales a este cientificismo está muy bien pensado, ya que el que se somete encuentra una compensación inmediata bajo la forma de una remuneración garantizada, en cuanto a los contestatarios se ven amenazados, mas o menos explícitamente, de sanciones y de la imposibilidad de trabajar en instituciones públicas. Consideramos que el psicoanálisis tiene un derecho de injerencia evidente en este tema con el propósito de poner un dique a las aplicaciones de esta ley.
Esta política apunta al ciudadano “no productivo”. Si esta política ataca a las profesiones de la salud mental es para convertir a los profesionales en agentes que pongan los ciudadanos al paso. Los autores del estudio intitulado “Modelo de organización y de financiación de los cuidados psicológicos [4]”, en el que se basa la ley sobre las psicoterapias, esconden mal su desprecio por los efectos de las crisis subjetivas. “El precio del desamparo moral pesa mucho sobre la sociedad”, escriben, “especialmente en términos de absentismo y de pérdida de productividad”. Para estos expertos, se trata de males leves en personas que solo necesitan “una pequeña ayuda profesional” que no tiene que exceder cinco sesiones reembolsadas, cortocircuitando toda cuestión subjetiva, con el único objetivo de reintroducir el individuo en el mercado laboral lo más rápido posible.
Colmo del cinismo: esta reglamentación del campo de las psicoterapias se presenta como una acción de defensa del ciudadano frente a los riesgos de encontrarse con “charlatanes” que supuestamente pululan en nuestro campo. Esta amenaza de “charlatanes” es un velo puesto sobre el efecto de desecho del ser humano que se vislumbra al horizonte de esta reforma. Las personas que no estén “curadas” en cinco sesiones serán expulsadas de la oferta de cuidados, a no ser que puedan demostrar que sufren de un mal más grave que necesite una sesiones suplementarias con un terapeuta de “segunda línea”. Nos dicen que este dispositivo resolverá, de forma definitiva, los problemas de listas de espera en los centros de salud mental sin imaginar la posibilidad que la espera se encuentre alargada en otros sitios, en las puertas de las cárceles por ejemplo.
Hasta aquí, nada nuevo. Conocemos la canción de los charlatanes y la servidumbre al discurso del amo de lo denominado “salud mental”. Jacques-Alain Miller indicaba, hace ya treinta años, su función de mantenimiento del orden público: “circulen! [5]”. Pero en este caso no se trata de un mantenimiento del orden, sino de un ataque en contra del discurso en tanto que es un vínculo social. Este ataque se opera con los últimos avances de la tecnología, instalada en el lugar del amo. Incluso los expertos ellos mismos se van al paro en beneficio de informaciones recolectadas y buscadas en las pantallas. Al fin y al cabo, un experto es un humano. Los pacientes, como los profesionales de la salud, se ven invitados a buscar en internet la mejor relación precio-calidad que les ahorre, a poder ser, un encuentro humano que implique una transferencia.
Este asalto del vínculo social encuentra su paroxismo sintomático en la oferta de eutanasia hecha a los enfermos en los hospitales psiquiátricos. No cuestionamos la eutanasia para los sufrimientos en fases terminales de las enfermedades del cuerpo. No recusamos, me atrevo a decirlo, la eventualidad que el psicoanalista tenga, en alguna rara ocasión, que acompañar a un sujeto hasta el encuentro que desea y compone con el absoluto, ya que en ciertos casos no es imposible que hayas cosas peores que la muerte. Pero de ahí a proponer la eutanasia en casos de sufrimiento mental hay un paso y no es pequeño. No solo porque la oferta, como lo decía Lacan, crea la demanda, pero también porque sospechamos que la misma lógica gerencial que quiere reducir los costes sea subyacente a esta práctica definitiva de “cuidados”. Indudablemente, el enfermo “cuesta”. Si se desconoce la irreductibilidad del síntoma, el paradigma problema-solución aplicado al campo psi solo puede llevar a buscar una solución definitiva como esta.
Esta deriva de la eutanasia en casos de sufrimiento psíquico constituye la punta del iceberg. Nos confirma que no podemos quedar inactivos frente a los hechos. Estos últimos años, la comunidad de psicoanalistas del Campo freudiano en Bélgica lleva a cabo una lucha ajustada en contra de la ley sobre las psicoterapias y sus aplicaciones, asociando otros profesionales en el combate. Y, ya lo hemos mencionado, hemos conseguido que el psicoanálisis no esté en el campo de aplicación de esta ley. Pero la batalla discursiva contra esta maquinaria gerencial está lejos de haber acabado. No vamos a ahorrar ningún medio legal para frenar el movimiento apisonador de una administración que está dispuesta a destruir todo el sistema actual sin proponer otro que valga: concentraciones de profesionales, publicaciones de textos, lobbying, encuentros con los políticos, introducción en las instancias administrativas concernidas de nuestros miembros, concertación jurídica, … Esta resistencia está siendo bastante eficaz. En una reunión con el Gabinete de la Ministra de la Salud, hemos podido constatar que el amo neoliberal esta incomodo cuando un granito de arena frena y contrarresta los engranajes. Quiere la paz. Duda un poco. “La agitación” en el terreno no es buena para el management.
Seguiremos entonces, frente a las prácticas de desecho del humano la resistencia se impone.

*Psicoanalista, miembro de la AMP (ECF).

Traducción: Alba Cifuentes Suarez

[1] [Ndt.:] Nieuw-Vlaamse Alliantie, Alianza Neo-Flamenca. Partido nacionalista Flamenco.

[2] [Ndt;/] Movimiento Reformador. Partido liberal francófono.

[3] Evidence-Based Medicine (EBM) et Evidence-Based Practice (EBP).

[4] https://kce.fgov.be/fr/publication/report/modèle-d’organisation-et-de-financement-des-soins-psychologiques#.V_IuVIW1hqU

[5] http://www.europsychoanalysis.eu/sante-mentale-et-ordre-public-jacques-alain-miller/

 

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